miércoles, 18 de julio de 2012

PRIMERA SEMANA: SÁBADO Y DOMINGO


Cuando me desperté el sábado, se me hizo un poco raro encontrarme en la habitación en la que estaba. Cuando giré la cabeza y vi en la otra cama a Nanni en un profundo sueño, me acordé de que nos habíamos quedado en casa de Auro a dormir. Recapacité sobre lo que había pasado la noche anterior. ¿De verdad había ocurrido todo eso? De repente me dio un pinchazo en la cabeza. Si, si que era real, y mi dolor de cabeza lo corroboraba.
Esperé un poco en la cama hasta que Nanni se despertará. Miré el reloj que había colgado en la habitación. Era pronto, tan solo las diez de la mañana. Después de habernos acostado tan tarde, debería de dormir un poco más, pero era imposible. No podía.
A los diez minutos empecé a oír murmullos fuera de la habitación. Me levanté en silencio para no despertar a Nanni y salí del dormitorio. Me dirigí a lo que parecía el salón, no había nadie allí. Permanecí en silencio, para ver de donde provenía el murmullo de voces que oía. Venía de la cocina. Me dirigí hacia allí, y encontré a una niña pequeña que estaba desayunando mientras veía embobada la tele.
-         Hola guapa. – le dije. Supuse que era la hermana de Auro. Era una niña muy mona.
-         Hola. ¿Quién eres? – me preguntó casi sin mirarme. Los dibujos la tenían absorbida.
-         Soy Leire, una amiga de tu hermana. – porque era su hermana, ¿verdad?
-         ¿Hermana? Yo no tengo hermana, pero si un hermano. – me tenía desorientada.
-         ¿Cómo que no tienes una hermana? – era una voz varonil. Provenía de unos pasos por detrás de mí. Me giré y vi a un chico, más o menos de mi edad, alto, con el pelo rubio. Sus ojos me absorbían poco a poco, como a la niña pequeña los dibujos.
-         Hola… - dije con tono amigable.
-         Buenos días. Tú debes ser Leire, ¿no? – me dijo como si me conociera de toda la vida.
-         Si, claro. Y tú eres…
-         Lo siento, no me he presentado. Soy Hugo, el hermano mayor de Auro, bueno, aunque solo tengo dos años más que tú. Y la niña que ves ahí – dijo señalando a la pequeña – se llama Jenny. Y si, es mi hermana y la hermana de Auro, lo que pasa que se pelean mucho, y Jenny le gusta decir que no tiene hermana. – me dijo sonriendo. Yo hice lo mismo.
-         ¿Ya te has levantado? – dijo Auro tocándose la cabeza. Llevaba los pelos alborotados, y apenas podía abrir los ojos. – Me duele la cabeza horrores.
-         Ayer buena fiesta, ¿no hermanita? Anda, desayunad que ya es hora. Iré a avisar a Nanni, que sino se pasa toda la mañana durmiendo.


Esperamos a Nanni. A penas tardó cinco minutos.  Auro nos preparó un buen desayuno con tostadas, leche, zumo, galletas…y la verdad es que lo agradecí, porque mi barriga estaba rugiendo desde que abrí los ojos en la cama. Mientras desayunábamos, Auro nos ofreció que nos quedásemos a comer en su casa, aunque yo no lo vi muy apropiado. Hugo insistió bastante. Nos dijo que sus padres se habían ido a casa de unos amigos a pasar el día, y que ellos estarían solos hasta la noche, por lo que entonces me pareció correcto quedarme.
Llamé a mi madre para que lo supiera, pero aunque hubo unas cuantas quejas por su parte, después no se opuso.
Hugo era un chico muy simpático. Estuvimos hablando con él durante toda la comida. La pequeña Jenny comió antes que nosotros, y después se fue un rato a dormir la siesta.  Mientras, los cuatro intercambiábamos anécdotas e historias que nos habían ocurrido. Al final supe que Hugo y Nanni habían tenido una especie de rollo en el verano. No duró mucho, pero si lo suficiente para que aún quedara en sus ojos una especie de brillo cada vez que se miraban. Estaba segura de que aún sentían algo el uno por el otro.
Después de comer estuvimos viendo una película que Hugo había alquilado recientemente del video club. No me gustó mucho porque era de miedo, pero gracias a ella, Hugo estuvo toda la película cogiendo a Nanni, porque ésta, al igual que yo, chillaba en cada susto de la película.
Sobre las seis de la tarde, vi conveniente irme. Nanni hizo lo mismo. Cuando íbamos por la calle no pude contenerme y le pregunte:
-         A ti te sigue gustando Hugo, ¿verdad?
-         No es que me guste, porque tú sabes que a mi el que me gusta es Eric, pero me agrada cuando me coge y se preocupa por mí. Me hace sentirme querida.
-         ¿Y por qué no lo vuelves a intentar con él? Porque a él se lo nota que aún siente algo por ti, no se qué, pero algo seguro.
-         No sé, ya veremos. Deja que pase unos días y que esté más con él, a ver que pasa.

No comenté nada más al respecto. Aunque ella me había dicho que no sentía nada por él, yo sabía que algo si había, porque sino la segunda contestación no me la hubiera dado. Pero no la quería atosigar. Quería que fuera ella la que aclarara sus sentimientos sin ayuda de nadie.
A medio camino me despedí de Nanni, y ella se fue hacia su casa. No vivíamos lejos, a tan solo unas calles.
Cuando llegué a casa, mi madre no estaba. Supuse que se había ido a casa de Rita a tomar un café. Es lo que solía hacer los fines de semana. Eran muy buenas amigas. Se conocieron en el instituto cuando estudiaban, y ahora era inseparables. Pasaban dos tardes juntas a la semana: se reían, se divertía, contaban sus penas y para casa. Me parecía bien, porque así mi madre se desahogaba.
Subí a mi habitación. Toda la planta de arriba estaba completamente en silencio, y eso era demasiado raro teniendo en cuenta que se trataba de mi casa.
Entre abrí la puerta de la habitación de Carla. Estaba durmiendo. Era lógico, después de la fiesta de ayer debía estar agotada.
En ese momento oí un ruido en el salón. Bajé corriendo, pero allí no había nadie. Me mosqueé un poco, porque el ruido había sido bien sonoro.
¡Pum! Otro ruido, pero ahora provenía de la cocina. Fui corriendo pero me encontré con lo mismo: NADA. En ese instante caí: “seguro que es Isaac que me quiere hacer la puñeta y pretende asustarme” pensé.
Respiré hondo dos veces. Era muy asustadiza, y odiaba que me hiciera eso. Pero tenía que hacerle frente, así que me fui al sofá del comedor y me quedé sentada esperando que Isaac apareciera con el típico “bu” que se decía cuando quería asustarme. Pero nada, tan solo oía mi respiración.
Subí al piso de arriba porque me estaba poniendo histérica y abrí la puerta de la habitación de Isaac de golpe. Él estaba sentado en la cama fumando. “Mierda” oí que dijo, y apagó el cigarro en un cenicero que después escondió debajo de la cama.
-         Te estás viciando al tabaco, ¿eh?
-         Y tú te estás viciando a no llamar a las puertas, ¿verdad? – me dijo enfadado.
-         Lo siento. – puse mi cara de pedir perdón. – ¿Eras tú el de los ruidos?
-         Claro que era yo, ¿quién va a ser si no? Me encanta hacerte eso. – le pegué una palmada en la pierna. Poco más y sufre una taquicardia por su culpa. - Por cierto, y cambiando de tema, ayer no te esperaba que aparecieras por el parque. Por lo que tú también mentiste a mamá.
-         Si, pero no se tiene porque enterar, ¿no? – dije con una sonrisa pícara. Él también me sonrió.
-         Claro que no. Para eso están los hermanos, para apoyarse los unos a los otros.
-         Si, pero eso parece que Carla no lo sabe porque…
-         Calla, calla, que menuda borrachera cogió ayer. Nunca la había visto así, y mira que la he visto mal, ¿eh? Pero tú también ibas algo contenta.
-         Si, pero sabía lo que hacía en todo momento.
-         Si, es que…Por cierto, te vi un momento que estabas con Edgar sentada en sus piernas, ¿y eso? – me preguntó interesado.
-         Pues no sé, me dijo que fuera y me sentara. La verdad es que estuvimos poco tiempo hablando porque me llamaste tú. – mientras decía esto Isaac se levantó, abrió la puerta, vio que aún no había nadie en casa y la volvió a cerrar de nuevo. Sacó un paquete de tabaco de un cajón, y se encendió un cigarro. Me quedé mirando con cara de no entenderlo.
-         Lo siento, lo necesito. Estoy nervioso. – se le notaba.
-         ¿Qué te pasa?

No tenía ni idea de lo que le podía ocurrir, pero sabía que era algo que le inquietaba demasiado. Conocía a mi hermano, y sabía cuando le preocupaba algo de verdad.

-         Sabes que puedes contármelo. – le dije.
-         Lo sé. Pues verás, que ayer por la noche, cuando estábamos en el parque, estuve gran parte de la noche con Dafne. Y claro, entre el alcohol y algunas caladas a un porro me acabé liando con ella. – increíble, pero cierto.
-         ¿Qué dices?
-         Pues lo que oyes. Pero es que a mí no me gusta, y no quiero que se piense que puede llegar a tener algo más conmigo.
-         El lunes se lo dices.
-         Pero es que no quiero verla ni hablar con ella, me da vergüenza.
-         Te da vergüenza hablar con ella, pero no besarle, ¿no? Lo siento, Isaac, pero este tema se me escapa de las manos. – él se quedó pensativo. Apagó el cigarro que tenía en las manos.
-         Gracias Leire, me has hecho recapacitar. – me sonrió.

Me levanté y me fui a mi cuarto. Estuve escuchando música hasta las nueve de la noche. Se me pasó el tiempo volando. Estaba pensando en mis cosas y en mis problemas, y a penas me enteraba de que pasaba el tiempo. Mi madre había venido ya y Carla ya se había levantado, porque podía oírlas hablar en la cocina.
Bajé a la cocina a comer algo. La cena fue bastante tranquila. A penas hablamos. Enseguida me fui a dormir. Estaba muerta de sueño.



El domingo pasó rápido. Por la mañana estuve leyendo un rato e hice los deberes que me habían mandado en el instituto. Tan solo dos días de clase, y los deberes ya se me estaban amontonando: redacciones, problemas…
Las tres de la tarde. No sabía que hacer, y aun tenía toda la tarde por delante. Llamé a Auro, pero no me cogió el móvil. Era raro, aunque a lo mejor se había ido con su madre a algún sitio y se había dejado el móvil en su casa. Llamé a Nanni, pero tampoco me contestó. Me esperaba lo peor. Seguro que habían quedado juntas y se habían dejado los teléfonos para que no pudiera contactar con ellas. O a lo mejor no era así. Me tendrían que dar una buena explicación cuando las viera y, sobretodo, creíble.
El resto de la tarde me la pasé navegando por Internet. Entré en el fotolog de Edgar (yo no tenía, pero el de él me lo sabía de memoria), y estuve viendo todas las fotos que había colgado a lo largo del verano. En todas salía guapísimo e impresionante. No podía parar de pensar en él, y más desde lo que pasó ayer. No me había gustado nada que se nos quedara mirando de esa forma, pero lo del beso en la cara me encantó.
No tenía casi hambre por lo que solo cené un yogurt. Subí a mi habitación y me conecté un rato al Messenger. En él estaban Nanni y Auro. Agregué las dos a una conversación, les iba a preguntar por qué no me habían cogido el móvil por la tarde.
-         ¿Dónde habéis estado, chicas? Os he estado llamando esta tarde y ninguna de las dos me habéis cogido el móvil.
-         Yo me ido con mis padres a casa de mi abuela, que hacía tiempo que no la veíamos. – esa era Auro.
-         Y yo, tenía el móvil en la habitación y estaba en el salón viendo una película. Y no lo he cogido en toda la tarde, hasta ahora que he visto tu llamada. – esa era Nanni.

No había sonado muy convincentes sus excusas, pero eran mis amigas y les iba a creer. Esperaba que no hubieran quedado sin mí. No, eso ellas no lo hacían. Me despedí de ellas hasta el día siguiente.
Sobre las diez de la noche me acosté. Me costó un poco conciliar el sueño, pero por fin lo logré.

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