viernes, 27 de julio de 2012

SEGUNDA SEMANA: VIERNES


Ya era viernes. Me levanté de la cama y me senté en el borde de ésta. Durante unos minutos estuve pensando en lo que había ocurrido el día anterior. Me tranquilicé y me fui directamente al baño. Me di algo de prisa, porque no quería que mis hermanos se me adelantaran.
Empecé a ducharme. Cuando estaba saliendo de la ducha, alguien llamó a la puerta del baño. Me puse la toalla alrededor de mi cuerpo y fui a abrir la puerta. Detrás de ella se encontraba Isaac, apenas sin abrir los ojos y con el pelo alborotado.
-         Buenos días Leire. – entró al baño y se quedó enfrente del espejo.
-         Buenos días Isaac. Podrías haberte esperado un momento fuera, que en un par de minutos estoy lista y dejo el baño libre.
-         ¿A estas alturas vas con vergüenza? – abrió el grifo y empezó a lavarse la cara.
-         Hombre, pues un poco si la verdad. – dije mirando al suelo mientras me sujetaba la toalla con las dos manos por si acaso se me soltaba.
-         Buenos días hermanitos. – Carla acababa de hacer acto de presencia y me dio un beso en la mejilla. Como a Isaac no podía dárselo ya que aún se encontraba lavándose la cara, le dio una palmadita en el trasero.
-         ¿Tú también aquí? Iros un momento fuera, por favor. – rogué de nuevo.
-         No te pongas así, enana… - Carla ponía posturitas enfrente del espejo. – que hoy ya es viernes, y mañana es la gran fiesta. – sonrió.
-         De acuerdo. Habéis ganado. Me voy.

Salí del baño y me fui a mi habitación. No me gustaba nada que mis hermanos interrumpieran mi ducha matutina entrando en el baño y molestándome. Desde siempre me había cambiado con ellos delante, pero últimamente, una ya tiene una edad, y ese tipo de cosas dan un poco de vergüenza. Delante de Carla aún podía cambiarme, pero de Isaac… ¡ni pensarlo!
Abrí el armario y escogí para el último día lectivo de la semana unas bermudas a cuadros marrones y rosas, y una camiseta de tirantes a juego. En los pies, unas sandalias del mismo color. Me arreglé el pelo y me pinté. Ya estaba lista para ir al instituto.
Bajé a la cocina haciendo ruido con las chanclas. Sabía que eso le daba mucha rabia a Carla, por eso lo hacía.
-         ¿Te importaría parar de hacer ese ruido tan espantoso con las chanclas? – me dijo Carla que estaba sentada en la mesa tomándose su cotidiano vaso de zumo.
-         Claro que si, hermanita. – le cogí el moflete con una mano y le apreté. Ella chilló de dolor y me pegó un manotazo.
-         ¿Estás tonta? Ahora se me va a quedar la mejilla roja.
-         No pasa nada, así estarás más guapa. – abrí la nevera y me saqué un yogurt.
-         ¿Quién estará más guapa? – Isaac acababa de aparecer por la cocina. Fue directo al armario donde guardábamos el pan de molde. Sacó un par de rebanadas y las metió en la tostadora.
-         La enana, que me ha pellizcado y me ha hecho daño. – dijo Carla mientras se tocaba la cara. La verdad es que le había dejado la marca de los dedos.
-         Venga, Carla, que no ha sido para tanto. – tiré el envase del yogurt a la basura, y me quedé apoyada en el fregadero mientras Isaac cogía las tostadas y se sentaba a la mesa a comérselas.
-         Por cierto Leire, ¿no tienes miedo? – me preguntó Carla.
-         Miedo, ¿por qué he de tener miedo? – pregunté intrigada. No entendía aquella pregunta.
-         Por lo que te pueda decir Fanny hoy.
-         No te preocupes Leire. – empezó a decir Isaac. – Si te pasa algo solo tienes que llamarme a mí o a Carla, y ya está.
-         No, a mí no me metas en tus problemas. Ya tuve bastante con la movida de ayer. Además, yo a esa niña ya se lo dejé todo claro en su momento. No tengo nada más que aclarar con ella. – dijo Carla algo sofocada. Cogió la tostada que tenía Isaac en el plato y le dio un bocado. Isaac puso cara de desagrado.
-         Vale, pues no llames a Carla. Pero sabes que yo estoy aquí para lo que quieras.
-         Gracias Isaac. – le sonreí. Él me devolvió la sonrisa.

Nos levantamos y nos fuimos de camino al instituto. Por el camino Carla e Isaac estuvieron comentando lo que hicieron en la fiesta que dio Edgar el año anterior. Yo escuchaba con atención.
Al llegar al instituto, y como siempre, Carla fue la primera en escaparse de nuestro lado. Isaac y yo la miramos, y continuamos caminando hasta la entrada. Ahí nos separamos.
Mientras andaba por el pasillo, deseaba no encontrarme con Fanny ni con ninguna de sus amigas. No sabía lo que era capaz de hacer, y tampoco sabía como debía actuar. Al llegar a la puerta de la clase, mis amigas me esperaban fuera.
-         ¿Por qué no nos contaste nada? – me dijo Auro mientras me daba un largo abrazo. Nanni se apuntó al abrazo colectivo.
-         ¿Cómo os habéis enterado? – pregunté.
-         Nos lo ha dicho Ben esta mañana. Pero no te preocupes, cariño, ahora estamos nosotras aquí para protegerte. – dijo Nanni.
-         No hace falta, chicas, pero muchas gracias por todo.
-         A mí desde un principio esa tal Fanny no me daba buena espina… - dijo Auro mientras entrábamos en clase.

A penas había gente. Nos sentamos en nuestros sitios, pero esta vez Nanni se sentó conmigo. No querían que Fanny se pudiera sentar a mi lado. Miré a mí alrededor. Ben se encontraba ya es su asiento, pero era algo extraño que Edgar no estuviera a su lado.
A los pocos minutos, Edgar apareció por la puerta, pero no iba solo. ¡Iba con Fanny! Estaban hablando de algo bastante gracioso, porque Edgar no paraba de reírse. Cuando pasaron por mi lado, Fanny se me quedó mirando, pero enseguida me giró la cara. Sabía que la entrada que había echo junto con Edgar me había molestado. “No te preocupes L, Fanny lo hace aposta” me susurró Nanni en el oído.
Las tres clases pasaron volando, como siempre. Deseaba salir al recreo. Era uno de los lugares en donde Fanny y sus amigas estaban lejos de mí y de mi gente. Nos sentamos en nuestro banco. No podía entender como Edgar podía reírse con Fanny de esa manera, sabiendo lo que había pasado conmigo el día anterior.
A mitad del recreo pude ver que desde la otra parte del patio, Fanny y sus amigas se acercaban hacia el banco en el que estábamos nosotras sentadas mientras se contorneaban dejando a cualquier chico con la boca abierta. Bajé la mirada. Deseaba con todas mis fuerzas que no me dijera nada, pero no fue suficiente.
-         Hola Leire, ¿puedo hablar contigo a solas? – mientras decía esto, Fanny dirigió una de sus miradas hacia mis amigas.
-         Claro que si. – toqué la mano a Nanni en señal de que iba a estar bien. Nos apartamos un poco del banco. - ¿Qué quieres, Fanny?
-         Me he dado cuenta de cómo me mirabas cuando he entrado en clase con Edgar.
-         ¿Y cómo te he mirado? Si se puede saber…
-         Con celos. Esa mirada era de una chica celosa. – dijo mientras se reía.
-         Tú sabes bien como son ese tipo de miradas, ¿no?
-         No te pases, Leire. – dijo acercándose más a mi. – No he venido para eso. He venido para ofrecerte un trato.
-         ¿Un trato? - ¿qué estaba tramando ahora?
-         Bueno, más que un trato es una apuesta. – eso sonaba mucho peor.
-         ¿De qué trata esa apuesta? – Fanny podía salir por cualquier lado.
-         A las dos nos gusta Edgar, ¿no? Y mañana nos vamos a la casa de campo de sus abuelos, ¿no? Pues la primera que consiga que Edgar se fije en ella, gana la apuesta. La otra, la perdedora, lo dejará para siempre en paz. ¿Trato hecho? – me tendió la mano. No sabía que hacer: si no aceptaba el trato, era dejar el camino libre a Fanny, pero si la aceptaba, no estaba segura de ganarla. ¿Qué debía hacer?
-         Trato hecho. – le di la mano.

Fanny se alejó con sus otras tres amigas con aires de triunfadora. Estaba convencida de que era ella la que iba a ganar la apuesta, pero no tenía otro remedio. Si no hubiera aceptado el trato, ella se habría pensado que tenía miedo de ella y de sus armas de mujer. Pero estaba muy, pero que muy equivocada.
Me senté en el banco, y no tardé ni un minuto en contárselo a Nanni y Auro. Ellas pensaban que no había hecho lo correcto al aceptar la apuesta de Fanny.
-         No tenías que haberle dado la mano, Leire. – empezó Auro. – Y no es porque piense que vas a perder, ni mucho menos. Sino porque cuando ganes, ella no te dejará en paz y te hará la vida imposible, seguro.
-         No creo, Auro. Además, si gano dejará a Edgar tranquilo, por fin.
-         ¿Y no te has planteado que a lo mejor puedes perder? – dijo Nanni sin apenas levantar la cabeza.
-         ¿Cómo va a perder, Nanni? – dijo Auro. – Está claro que Edgar siente algo por Leire. No sé lo que será, pero está claro que atracción siente por ella, eso está claro.
-         Si, si eso ya lo sé. – dijo Nanni. – Pero estamos hablando de Fanny: una chica conflictiva, que es capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quiere. Y cuando digo cualquier cosa, es cualquier cosa. – dijo remarcando estas últimas palabras.
-         Eso si es verdad. – dije.

Ahora, y más que nunca, estaba claro que la apuesta la iba a perder. Pero ya no podía echar marcha atrás: lo hecho, hecho está.
A mitad del recreo, nos fuimos a la cafetería. Ya teníamos por costumbre ir allí un rato. Como siempre, Nanni no quería, pero al decirle que seguro que Eric estaba allí, no tardo ni un segundo en levantarse. A Auro no hacía falta decirle nada, porque sabía que mi hermano iba a estar por allí.
Al llegar a la cafetería, nos sentamos en una mesa que estaba vacía. Como siempre, el grupo de Carla estaba a un par de mesas más allá. Nanni empezó a contarnos, de nuevo, la cita que tuvo con Hugo:
-         Pero chicas, es que no sé que hacer. Hugo es encantador, y está claro que me gusta. Pero es que cuando veo a Eric…me aparecen como mariposas en el estómago.
-         Claro Nanni, porque a Hugo lo quieres como de un amigo se tratase. En cambio, no puedes decir lo mismo de Eric – dije yo. – Porque estás enamorada de él.
-         ¿Enamorada de Eric? – Auro se levantó de la silla. – Eso es imposible. La palabra enamorarse es muy fuerte y demasiado seria como para decirla así porque si. – se sentó de nuevo.
-         Ya lo sé, pero es la verdad. Que yo sepa, a Nanni, desde que la conozco, siempre le ha gustado Eric.
-         Eso sí que es verdad, Auro. – reconoció Nanni. - ¿Qué hago chicas?
-         Mira N, yo haría una cosa – empecé a decir. – Luego tú haz lo que quieras, ¿vale? – ella asintió con la cabeza. – Date unos días de respiro. Dile a Hugo de no quedar durante unos días. Si lo echas de menos será porque a Hugo lo quieres como algo más que un amigo. En cambio, si puedes pasar sin él durante una semana, está claro que no te gusta nada.
-         Vale, me gusta tú idea. – Nanni sonrió.
-         Bueno, voy a comprarme algo. – dije.

Me levanté. Fui a la barra a comprarme la piruleta de todos los días. Eso ya era un vicio. Había gente que le daba por fumar, como a Isaac. En cambio a mí, me daba por las piruletas. Y siempre me apetecía cuando estaba nerviosa o algo me preocupaba.
Cuando volví a la mesa en la que se encontraban mis amigas, encontré a gente que no me esperaba allí. En la mesa se encontraba mi hermano Isaac, junto con Ben, Eric, y como no Edgar. No había libre ninguna silla, por lo que tuve que coger una de otra mesa.
-         ¿Qué hacéis que no estáis en la otra mesa? – dije señalando la mesa en la que se encontraba Carla y las demás chicas. Después me senté entre Isaac y Edgar.
-         Pues que han empezado a hablar de ropa y de cosas de chicas, y como no nos estábamos enterando, nos hemos venido aquí. – dijo Eric mientras miraba a Nanni. Ella se sonrojaba y bajaba la mirada.
-         Me parece bien. – dije sonriendo.
-         Por cierto, Leire… - empezó a decir Edgar mientras ponía una de sus manos sobre mi pierna. Yo miraba esa mano. – Aún tengo que hablar contigo.
-         Sí, claro. Luego si quieres nos sentamos juntos en clase, y me lo cuentas, ¿vale?
-         De acuerdo. – apartó su mano de mi pierna.
-         Si claro, ¿y yo con quién me siento? – dijo Ben.
-         Tío, pues te sientas con Karen o Raquel, que están loquitas por ti. – le dijo Isaac mientras se reía.
-         Vete a la mierda, Isaac. Pues tú te podrías sentar con Auro, a la que también le gustas. – todos miramos a Auro. Ella se sonrojó por momentos. – Lástima que vaya a la clase de tu hermana, y no a la tuya.
-         Cállate, capullo. – dijo Isaac para quitarle importancia a lo que acababa de decir.

Auro no sabía qué hacer. Estaba inquieta. Después de lo que acababa de decir Ben, no era muy normal que estuviera cómoda entre ellos. Lo que no podía entender, era como Ben se había enterado de que a Auro le gustaba Isaac, porque a ella no es que se le notara, aunque algunas veces las miradas podían hablar por ellas solas. Tenía que haber sido eso.
Tocó el timbre y nos dirigimos todos hacia nuestras clases. Antes de entrar en la mía, Isaac me cogió del brazo para que me esperara un momento fuera.
-         ¿Qué ocurre, Isaac?
-         ¿Sabes si lo que ha dicho Ben es verdad?
-         ¿A qué te refieres? – pregunté. Aunque sabía de sobra que se refería al tema de Auro.
-         Sabes de sobra a lo que me refiero. ¿Es verdad que le gusto a Auro? Tú lo tienes que saber, que para eso es tu amiga.
-         No tengo ni idea, Isaac.
-         Eres una mentirosa, enana.
-         Además, ¿para qué quieres saberlo? Si a ti no te gusta… ¿qué más te da?

Isaac resopló y se fue hacia su clase. Yo, desconcertada, entré en la mía. Edgar me guardaba un asiento al lado suya en la parte trasera de la clase. Le sonreí y me senté a su lado. La profesora apareció enseguida.
-         ¿De qué quieres hablar? – le dije susurrando.
-         De lo que pasó ayer con Fanny. Siento mucho lo de la pelea. Fue culpa mía. – dijo excusándose.
-         No te preocupes, Edgar, no fue culpa tuya. Tú solo me diste un inocente beso en la mejilla. Fue ella la que se pensó cosas que no eran.
-         Sé que yo a ella le gusto. Además, se nota. Pero no quiero que por su culpa yo no pueda ni hablarte, ni mirarte, ni darte un simple beso en la mejilla en señal de amistad. – dos mesas más adelante se encontraba Fanny junto con Karen. No paraba de girarse para ver como Edgar y yo hablábamos.
-         Ya lo sé, Edgar. No te preocupes, de verdad. Ya está todo arreglado. – mentía. Toda esta historia no había hecho más que empezar.
-         Y, si en algún momento, ella te molesta o te intimida, por favor avísame, ¿vale? No quiero que por mi culpa tú estés mal. – me sonrió con esos labios tan carnosos e irresistibles a la vez que me miraba con esos ojos tan perfectos.
-         De acuerdo. – yo también le sonreí.

Intenté atender a lo que quedaba de clase, pero me fue imposible teniendo el chico que me gustaba a mi lado. No paraba de mirarme y de vez en cuando me comentaba algo relacionado con Fanny o con algo que le había pasado recientemente.
El timbre sonó y era la hora de volver a casa. Me despedí de Edgar, aunque me dijo que  a lo mejor se pasaba por la tarde por mi casa para jugar con mi hermano a la consola, como siempre. Estaban demasiado picados a un juego de futbol. Se podían pasar horas y horas jugando sin descansar. Eso solo se definía con una palabra: chicos.
Salí a la puerta del instituto y esperé a mis hermanos. A penas tardaron unos minutos, y juntos nos fuimos a casa.
Al llegar, dejamos las mochilas en la entrada y nos sentamos a comer ya que nuestra madre nos tenía la comida preparada encima de la mesa. Nos preguntó que tal habíamos pasado el día. Los tres contestamos que muy bien. Cuando terminamos, Isaac y Carla empezaron a quitar la mesa, mientras yo me puse a fregar para que mi madre se pudiera ir un rato al sofá a descansar.
Cuando terminé me fui a mi habitación a hacer los deberes para el lunes. Me gustaba hacerlo los viernes, porque así en todo el fin de semana no tenía que preocuparme por ellos. En tan solo un par de horas lo había terminado todos.
De repente sonó el teléfono de casa. Lo cogí desde mi habitación:
-         ¿Diga? – dije.
-         L, soy N. Oye, hemos quedado Auro y yo para ir un rato al parque a pasar la tarde y después ir al centro comercial de compras, que Auro necesita estrenar bikini mañana, ¿te vienes?
-         Claro que me voy.
-         Vale, pues en quince minutos estamos en tu casa, ¿vale?
-         De acuerdo. Os espero.

Fui al cuarto de baño a peinarme y arreglarme un poco. Alguien llamó a la puerta. Al ver que nadie abría bajé corriendo. Vi a mi madre que estaba plácidamente durmiendo en el sofá sin ninguna preocupación en la cabeza. Abrí la puerta. Era Eric.
-         Leire, ¿está Carla por ahí? Es que necesito hablar con ella.
-         Sí, claro. Está en su cuarto. Sube tú directamente.
-         Vale, gracias.

Sin decir ni una palabra más subió hacia el cuarto de Carla. ¿De qué tendría que hablar con Carla? Me gustaba enterarme de ese tipo de cosas, pero no era capaz de preguntarlas.
No acababa de darme la vuelta cuando alguien volvió a llamar al timbre. Esta vez eran Nanni y Auro. Salí y cerré la puerta tras de mí. Solo había andado unos metros cuando alguien abrió la puerta de mi casa. Me giré. Era Isaac.
-         ¿Vais al parque? – preguntó a todas pero solo mirando a Auro.
-         Sí, claro. – contestó Nanni.
-         Pues esperarme que me voy con vosotras. Subo a coger unas cosas y ahora mismo bajo.
-         Vale. – dije yo.
Dejó la puerta abierta y todas vimos como subía las escaleras de dos en dos. Nanni y yo miramos a Auro.
-         ¿Qué pasa? ¿Por qué me miráis?
-         Por nada, por nada. – Nanni intentaba disimular pero las tres sabíamos porque mirábamos a Auro.

Isaac bajaba las escaleras casi corriendo. “Podemos irnos” dijo cerrando la puerta. Los cuatro nos pusimos a andar hacia el parque. Cuando llegamos, en uno de los bancos estaban Edgar y Ben esperando a Isaac. Éste se despidió de nosotros y se fue hacia ellos. Nosotras, nos sentamos en un banco y empezamos a hablar.
-         Chicas, ¿cómo sabe Ben que a mí me gusta Isaac? – preguntó Auro un poco preocupada. Sabía que aunque intentaba disimularlo, no paraba de darle vueltas a la cabeza sobre ese tema.
-         No tengo ni idea. – dijo Nanni. – Pero se ha enterado.
-         Pues vaya… ¿y ahora qué hago?
-         ¿Cómo que qué haces? – le pregunté sin querer obtener respuesta. – Mira, Auro, esta misma mañana, después de haber estado en la cafetería del instituto, Isaac me cogió antes de entrar en clase y me preguntó si era verdad eso de que a ti te gustaba él. No sé por qué me lo preguntaría, pero por pura curiosidad no creo.
-         Seguro que era por pura curiosidad. – dijo Auro. - ¿O qué me estás queriendo decir? ¿qué le intereso a Isaac? Porque si me estás queriendo decir eso ahora mismo voy y le planto un beso.
-         Pues sí, Auro, es lo que te está queriendo decir Leire.
-         Chicas, no me digáis eso, que me voy a tener que levantar a darle un beso a Isaac. – dijo sonrojándose.
-         Más vale que no, espérate un poco no vaya a ser que luego ya no haya solución. – le aconsejé.

Estuvimos un rato hablando en el banco, pero enseguida nos levantamos para irnos al centro comercial. En ese momento Isaac miró hacia nuestro banco, y por señas me preguntó dónde íbamos. Yo le contesté, también por señas, que nos íbamos al centro comercial. Él asintió, se dio media vuelta y continuó fumándose el cigarrillo que tenía en la mano.
Ya en el centro comercial, entramos en un par de tiendas. Enseguida Auro se apañó. Encontró un bikini negro increíble, y le quedaba de infarto. Como las compras las habíamos terminado pronto, decidimos volver al parque para ver si aún estaban los chicos allí, pero cuando llegamos el parque estaba vacío. No había nadie. La verdad es que eran ya las ocho de la noche, y los niños que por allí estaban jugando ya se habían ido a sus casas.
-         Chicas, ¿os apetece que vayamos al supermercado a comprar un par de cervezas, y nos venimos aquí a bebérnoslas? – propuso Auro.
-         A mí me parece una idea estupenda, la verdad. Y me apetece bastante. – Nanni apoyó la idea.

Y eso fue lo que hicimos. En un par de minutos estábamos de nuevo en el parque con dos botellas de litro de cerveza. Habíamos comprado también unos vasos. Nos echamos un vaso de cerveza cada una y nos lo bebimos a trago. Volvimos a rellenar.
-         Ya verás tú con la tontería…al final pillamos una buena. – dijo Nanni riéndose.
-         Por cierto, chicas. - empezó diciendo Auro. – Me ha dicho mi hermano que mañana él se va a ir a la casa de campo de los abuelos de Edgar con mi primo Dani en el coche, y que van solos. Por si nos queríamos ir con ellos.
-         Por mi vale, porque mis hermanos se van con Eric, y yo no pinto nada en ese coche. – añadí yo.
-         Por mi también. – dijo Nanni.

Estuvimos en el parque hasta que nos bebimos las dos botellas. Después nos fuimos de camino a casa. A mí me costaba un poco andar, pero no era la única. A mitad del camino nos separamos y cada una se dirigió hacia su casa. Cuando estaba cerca de la puerta de mi casa, oí como alguien gritó mi nombre.
-         Leire, Leire. –me giré. Era Isaac.
-         ¿Qué quieres? – pregunté, aunque me costó algo vocalizar.
-         ¿Cómo que qué quiero? –se acercó a mí. - ¿Has estado bebiendo?
-         Solo me he tomado un par de cervezas.
-         Yo creo que te has tomado algo más de un par, ¿me equivoco? – giré la cabeza de un lado para el otro negándolo. – Ahora, cuando entres en casa dile a la mamá que te vas a acostar, que has cenado en el centro comercial.
-         Sí, señor. – dije mientras hacia el típico gesto militar.

Me cogió del brazo y me acompañó a la puerta de casa. Cuando entré, mi madre estaba en la cocina. Hice caso a mi hermano y le dije lo que me había dicho. Ella se quedó algo extrañada, pero no me dijo nada.
Isaac me acompañó al cuarto. Me dio un beso de buenas noches y se bajó al cenar. Me puse el pijama como pude y me tumbé en la cama. Todo me daba vueltas. Cerré los ojos para que todo aquello parara. Me pesaban los ojos... Intentaba no dormirme, pero no pude remediarlo.




PD: CHICOS, ME VOY DE VACACIONES. HASTA SEPTIEMBRE NO VUELVO A MADRID. PERO EN CUANTO VUELVA, SIGO SUBIENDO LOS CAPÍTULOS QUE FALTAN HASTA QUE YA EMPIECE CON LOS NUEVOS. ESPERO QUE PASEIS UN FELIZ VERANO Y SEAIS FELICES. SIEMPRE VUESTRA. LEIRE.

martes, 24 de julio de 2012

SEGUNDA SEMANA: JUEVES


Abrí los ojos. Misma cama, misma habitación y misma vida, y eso me gustaba. Sonreí y me levanté. No sé porque pero hoy estaba de muy buen humor. Me puse un vestido que encontré por mi armario. Era de color beige con un lazo blanco por debajo del pecho. Desde principio de verano que no me lo había puesto. No es que no me gustara, pero nunca me sentía demasiado bien como para ponérmelo. Pero hoy era el día.
Fui a la cocina. Mi madre estaba hablando con Carla, pero cuando entré ambas se callaron. “Me voy, Leire” dijo mi madre mientras me daba un beso. Le hice un gesto a mi hermana para saber de lo que habían estado hablando. Ella solo movió la cabeza de un lado para el otro.
Isaac bajó con los cascos en una mano, pero los dejó en el suelo ya que Carla nos dijo que hoy se iba a venir con nosotros, por lo que no podíamos coger la moto para ir al instituto.
Cuando cogí la cartera de mi habitación, vi que la cremallera estaba abierta. Me di cuenta que dentro estaba la diadema que ayer me había dado Fanny. Me pegaba con el vestido, por lo que me la puse en la cabeza tirando mi flequillo para atrás y dejando suelta mi larga melena rizada.
Bajé al vestíbulo, y allí estaban mis dos hermanos esperándome.
-         ¿Y esa diadema, Leire? – me preguntó extrañada Carla. – Es igualita que la que hay en aquella tienda del centro comercial.
-         Si, es que me la compré allí ayer. – mentí.
-         Me gusta. – sonrió. – algún día me la tendrás que dejar, enana.

Salimos de casa y nos dirigimos hacia el instituto. Carla, durante todo el camino, nos estuvo contando lo que nuestra madre le había estado diciendo. Le había pedido perdón, porque había reconocido que se había pasado. También nos dijo que le había dicho que comprendía que los jóvenes de hoy en día bebiéramos de vez en cuando, pero que debíamos controlar hasta que punto. Por eso, no quería volver a verle a ella, ni a ninguno de nosotros, en esas condiciones. Lo entendí.
Cuando llegamos cada uno se fue para su clase. Cuando entré en clase no había nadie allí. Me pareció algo raro ya que a esas horas normalmente en clase estaba casi todo el mundo. No sabía donde se podía haber metido todos mis compañeros. En ese instante mi móvil empezó a vibrar en mi mochila. Lo saqué y vi que era un mensaje de Edgar.
Leire, estamos en el salón de actos. Ayer nos dijeron que fuéramos en la 1º hora porque nos iban a dar una  charla, pero como no estabas…por cierto, ¿dónde te metiste? Un beso preciosa.
¿Una charla? ¿Sobre qué? Sería de los mismos temas de siempre: sexo, drogas…seguro que no me equivocaba. Lo raro es que mis amigas no me hubieran llamado para decirme, ¿o sí? Seguramente se lo habría dicho Nanni a Isaac cuando llamó la tarde anterior para preguntar por mi estado de salud.
Salí de clase y fui directamente hacia el salón de actos. Estaba en la otra punta del instituto, por lo que tarde algo de tiempo en llegar. Cuando llegué por fin, la puerta estaba cerrada. Ahora tendría que tocar a la puerta y abrir. Eso fue lo que hice. Cuando abrí la puerta, pude ver unas 60 miradas que se dirigían de una hacia la puerta. En el salón estaban los de 3º y 4º. Tal fue la vergüenza que sentí que me senté en la última fila, ya que había un sitio libre en el pasillo.  La chica que estaba dando la charla siguió con su repertorio.
-         Llegas tarde. – era Ben. Me había sentado a su lado.
-         Ya, ya lo sé. Es que no sabía que teníamos una charla aquí. He ido a clase y he visto que no había nadie, y es cuando he recibido un mensaje de Edgar diciéndome que estabais todos aquí.
-         Si, me ha dicho que te iba a mandar uno avisándote.
-         Por cierto, ¿dónde está? – dirigí una mirada rápida por todo el salón pero no lo vi.
-         Está ahí delante con Fanny. – cierto. Estaban a tan solo un par de filas delante de mí. – Desde que han arreglado sus diferencias, están bastante unidos.
-         Si, demasiado, creo yo. – miré a Fanny con celos. En esos momentos tenía envidia de ella. Estaba con el chico que me gustaba, y como bien había dicho Ben, desde que se volvían a hablar estaban más unidos.
-         Eso me ha sonado a celos. – miré a Ben. ¿Sabía que me gustaba Edgar? ¿Era tan evidente?
-         ¿Por qué dices eso?
-         Porque a todas las chicas le gusta Edgar. Él es el guapo del instituto, y además, has respondido como si tuvieras celos de que Fanny estuviera bien de nuevo con él.
-         Primero, está claro que Edgar es guapo, y eso salta a la vista. Pero tú tampoco estás nada mal, hay que reconocerlo. - ¿Por qué decía yo eso?
-         Ya, ya lo sé. Tú tampoco, por cierto… - me miró de arriba abajo con una mirada que me gustaba bien poco. Esas miradas en la que los chicos te desnudan con ella.
-         Gracias. – le sonreí tímidamente.
-         Oye, ¿vas este fin de semana a la barbacoa que da Edgar en la casa de sus abuelos?
-         Si, claro que sí. Me invitó ayer. Lo que pasa que aún no se lo he preguntado a mi madre, aunque como van mis hermanos supongo que me dejara.
-         ¿También va Carla? – preguntó intrigado.
-         Claro, en ese tipo de fiestas, Carla no puede faltar, sino no es una fiesta.
-         Tienes razón. Tu hermana me encanta.
-         Lo sé. – me miró. – Se te nota. Pero no te preocupes, ¿a qué chico no le gusta Carla?
-         A Edgar, por ejemplo. – ahora le miré yo.
-         Yo no estaría tan segura. Seguro que si ella le diera pie a algo, él caería, sin lugar a dudas.

Ben se calló. Le había dejado sin palabras. Si no me contestó fue porque en cierta manera sabía que yo tenía razón. Podía ser que a Edgar no le atrajera Carla, pero estaba claro que si ésta tonteaba un poco con él, caería como todos. Era Carla, una de las chicas más guapas del instituto, por no decir la que más.
Empecé a escuchar la charla que una chica nos estaba dando. No me equivocaba: sexo, drogas y alcohol. Siempre lo mismo: no bebáis, no fuméis, no toméis drogas, si hacéis algo tenéis que estar seguros y siempre con precaución…Estaba ya harta de este tipo de charlas.
Cuando acabó, nos dijo que nos levantáramos y que fuéramos a su mesa, que nos iba a dar algo. Ya sabía lo que nos iba a entregar, ya que esta misma charla la tenía todos los años. Todo el mundo se levantó y se dirigió hacia la mesa haciendo una cola. Me puse la última. Al principio de ésta estaban Edgar con Fanny. Habían estado durante toda la charla hablando sin parar. Cuando les tocó el turno, la chica les dio dos cajitas, una para cada uno. Edgar se lo guardó en el bolsillo, mientras que Fanny lo llevaba en la mano. Se salieron de la cola y venían hacia mí.
-         ¿Qué es lo que dan? Lo de siempre, ¿no? – les pregunté.
-         Claro, lo de siempre, ¿qué sino? – me enseñó Fanny la cajita. Como suponía: era una caja en la que dentro llevaban dos preservativos.
-         Estos caen este sábado en la casa de campo de mis abuelos. – dijo Edgar mientras soltaba una risa algo sonora.
-         Pues a mí guárdame uno. – oí que le dijo Fanny en su oído. Inmediatamente después se fue.
-         Es bastante lanzada esta chica, ¿no? – me preguntó.
-         No sé, eso lo sabrás tú que la conoces mejor. – me fui hacia delante para coger la cajita que nos daban. Él se quedó en el mismo sitio en el que estaba, mirándome.

Cuando cogí lo que nos daban, salí para fuera. La charla había durado una hora y media, por lo que aún quedaba media hora para que empezara la siguiente clase. Fuimos todos a la cafetería y nos sentamos en varias mesas. Me senté al lado de Fanny. Auro y Nanni, que estaban en la otra mesa, se me quedaron mirando. Pero en la mesa en la que se encontraba Fanny, también estaba Edgar y Ben. Me sabía muy mal dejar de lado a mis amigas, pero me apetecía estar con Edgar en ese momento. Les hice un gesto para que se vinieran para la otra  mesa, pero me giraron la cara.
-         Déjalas. Mejor sino están. – me dijo Fanny mientras las miraba de mala gana.
-         Pero son mis amigas, Fanny. No quiero que se sientan mal y se enfaden conmigo.
-         ¿Por qué? ¿Por sentarte conmigo?
-         Puede ser. – agaché la cabeza.
-         Por cierto, ¿has oído lo que le dicho a Edgar? – sonrió.
-         Claro que lo he oído.
-         ¿Y ha dicho algo cuando me ido? – preguntó intrigada.
-         No. – mentí. – No ha dicho nada.
-         Pues vaya chasco. – puso cara de pena. – Oye, no me había dado cuenta pero llevas la diadema que te regalé.
-         Si, es que con el vestido que llevaba hoy me pegaba y me la he puesto.
-         Así me gusta. – me pasó un brazo por los hombros y me dio un beso en la mejilla.
-         Menos roce, chicas. – dijo Ben que estaba en la otra punta de la mesa.
-         Pero si te encanta, Ben, no mientas. – le soltó Fanny mientras le sacaba la lengua. Ben le hizo burla.

Noté que mi móvil vibraba en la mochila. La cogí y vi que tenía una llamada perdida. Miré de quien era. Era de Edgar. Lo miré. Estaba a tan solo un par de sillas a mi derecha. Él me sonrió. Le dije, sin alzar la voz que era lo que pretendía con la perdida. Él solo me sonrió.
-         Recordar que este sábado tenéis una cita conmigo, ¿eh? – dijo Edgar algo chistoso.
-         Más te gustaría tener una cita conmigo. – le dijo Cynthia que también estaba en la mesa.
-         Ya la tuve en su momento, y sabes que me encantó. – él le dirigió una sonrisa picara mientras ella sonreía alegremente. ¿Una cita? ¿Cuándo? Yo de eso no me había enterado. Solo sabía que en el botellón que estuve en el parque se liaron, pero eso no se consideraba cita, ¿verdad?

Sonó el timbre. Todos nos levantamos de la mesa de la cafetería y nos dirigimos hacia la clase. En el pasillo me adelanté y fui con Nanni y Auro.
-         Chicas, ¿por qué no habéis venido a la otra mesa? -  les pregunté.
-         Porque parece que te molestemos cuando estas con Fanny. – me dijo Nanni algo mosqueada.
-         Sabes que eso no es verdad, N. Tú nunca me molestas, y Auro tampoco. Además, si me molestarais, nos os hubiera dicho que os vinierais a esa mesa.
-         Lo sabemos Leire. – dijo Auro. – Lo que pasa es que parece que cuando estás con Fanny, nosotras no existimos. Y eso no nos hace nada de gracia.
-         Lo sé, y lo siento. - no sabía si decirle a Auro que es que a Fanny no lo caiga bien. Preferí no decirlo en aquel momento, aunque más adelante no habría otro remedio (aunque no entendía porque le caía mal, porque Auro era una chica majísima).
-         Es que también nos daba algo de vergüenza. Estaban ahí todos los populares de clase, y claro… - dijo Nanni.
-         Eso sí que no me lo creo. ¿Vergüenza a vosotras? ¿Las chicas que me convencieron para ir a un botellón a donde no estábamos invitadas? – las tres nos empezamos a reír.
-         Vale, en eso tienes razón, L. – dijo Nanni mientras me daba un abrazo. Auro se unió.

Entramos en clase y nos sentamos. Ellas dos se sentaron juntas, y yo me senté detrás de ellas. En esta clase iba a estar sola y no me iba a sentar con Fanny. No quería que mis amigas de verdad se mosquearan conmigo por culpa de Fanny, una chica a la que apenas conocía y que encima no era una buena influencia para mí.
En ese momento vino Cynthia y se sentó al lado mía, ya que el sitio estaba libre.
-         Está libre, ¿no? -  me preguntó.
-         Claro, puedes sentarte. – le sonreí. Ella hizo lo mismo.
-         Por cierto, tú también vas este sábado a la casa de campo de los abuelos de Edgar, ¿no?
-         Si, si. Me ha invitado también.
-         Pues entonces nos veremos allí. Va a ser muy buena. Por cierto, llévate bikini porque tiene una piscina, y va a hacer bastante calor.
-         Vale, gracias por decírmelo.

Entró el profesor en clase. Estábamos todos hablando. El profesor pretendía que nos callásemos, pero es que después de una charla y de media hora en una cafetería era algo difícil que eso ocurriera. Por ello, se sentó en su silla y espero pacientemente a que nos callásemos. Al ver que él no mediaba palabra, poco a poco nos fuimos callando, aunque costó algo más de diez minutos.
Cuando terminó la clase, salimos al recreo. Me esperé a Nanni y Auro, y salí con ellas. Nos fuimos, como siempre, a nuestro banco.
-         Nanni, ¿te ha vuelto a llamar Hugo para quedar? – le pregunté.
-         Sí, me llamó ayer justamente. Pero obtuvo una respuesta diferente a las de siempre.
-         ¿Y cuál fue? – preguntó Auro intrigada por saber lo que le había respondido a su hermano.
-         Que sí, que quería salir con él. – todas sonreímos – Pero no penséis mal, salir al cine o a tomar algo, no como pareja. – las dos nos desilusionamos un poco, pero aún seguíamos sonriendo.
-         Eso está genial, Nanni. Hugo se merece una segunda oportunidad. Es buen chico. – le dije.
-         Claro está, porque tiene una buena hermana. – dijo Auro. Todas nos empezamos a reír.

A mitad del recreo, les dije a mis amigas que si les apetecía que fuéramos a la cafetería para ver quien había. Cuando le dije a Auro que seguramente estaría Isaac, se levantó de un blinco. Costó poco convencer a Nanni, porque le dijimos que también estaría Eric.
Al entrar, y como siempre, estaban todos en una mesa sentados. Mis amigas se quedaron pidiendo, mientras yo me acerqué a saludar a Isaac.
-         Hola a todos. – dije mientras me ponía detrás de Isaac y le cogía de los hombros.
-         Pírate enana, que sobras. – me dijo Carla poniendo cara de asco. Me hubiera gustado responderle en ese momento. Y fue lo que hice.
-         Cállate borracha. – todos empezaron a hacer el típico “uh”. Carla hizo como que no le importaba, pero yo sabía que sí, y más ahora que le había pillado nuestra madre.
-         Que la enana se hace mayor. – dijo Isaac tocándome una de las manos que tenía aún sobre sus hombros. Carla le sacó la lengua. Giré la cabeza y vi que Dafne me miraba con ojos de celosa. Era su hermana, no le iba a quitar al chico que le gustaba.
-         Leire, ¿preparada para la fiesta del sábado? – me dijo Edgar mientras miraba el vestido que llevaba.
-         Sí. Preparada para la fiesta y lo que me echen. – todos empezaron a reírse.
-         ¿Es que también le has invitado a ella? – le preguntó Carla.
-         Claro, ella no podía faltar en mi fiesta. – dijo mientras me sonreía pícaramente.
-         Bueno chicos me voy. Hasta luego. – me agaché y le di un beso a Isaac en la cara. Solamente lo hice para que Dafne se muriera de celos. Sabía que no había actuado del todo bien. Pero desde siempre había sido una buena chica, y ya era hora de que eso cambiara.

Me fui donde estaban Nanni y Auro, y las tres nos fuimos de nuevo al banco. Me dieron una piruleta que me habían comprado. Eso sí que eran buenas amigas.
Tocó el timbre y nos fuimos para la clase. Nos sentamos igual que en la última clase. Las tres horas pasaron rápidas, aunque fueron algo aburridas.

Cuando salimos le desee suerte a Nanni con la cita de hoy con Hugo. Ella me dijo que por la noche me conectara, y así hacíamos una conversación de tres y nos la contaba a las dos. Las dos asentimos y nos despedimos.
Esperé en la puerta a que salieran Isaac y Carla para irnos juntos a clase.
-         ¿A quién esperas? – era Edgar.
-         A los de siempre y todos los días.
-         Oye, no hagas ni caso a lo que te diga tu hermana, ¿eh? Que a veces se le va algo la cabeza. – me dijo mientras se ponía enfrente mía.
-         Ya, ya lo sé. Vivo con ella, por desgracia.
-         Por cierto… - se quedó pensando. – Eres una enana muy guapa. – se acercó y me dio un beso en la mejilla. Acto seguido se fue.

Me giré hacia la puerta. Fanny, junto con sus amigas, estaban detrás de mí. Se acercó toda decidida y me dio un empujón.
-         ¿De qué vas, Leire? Te dije que era mío. Además, supuestamente tú me iba ayudar a conquistarlo. – me dio otro empujón. No tenía ni idea de lo que debía hacer.
-         Pero si yo no he hecho nada, ha sido él quien se ha acercado a mí y me ha dado un beso en la mejilla. – la gente se iba acercando cada vez más al círculo que acabábamos de formar.
-         Claro, claro. Siempre con excusas. No me puedes negar algo que he visto con mis propios ojos. Te juro, por lo que más quieras, que como te vuelva a ver hablando con él o tan solo mirándolo, te mato.
-         Venga, venga Fanny, vete a tu casa si no quieres que te meta un guantazo, anda niñata. – era Carla. Acababa de llegar justo a tiempo, y me estaba salvando el pellejo.
-         Hombre, si ya estamos todos. – dijo Fanny desafiándola. Carla se acercó a ella, le cogió de la camiseta que llevaba y la estampó en la pared.
-         No te lo vuelvo a repetir, Fanny. Deja a mi hermana en paz. Yo no te caigo bien, y tú a mí tampoco. Como te vea acercarte a ella… - se acercó a su cara. – no se lo que te hago. – la soltó.

Fanny se puso bien la camiseta. Pasó por mi lado mirándome con cara de asco mientras me decía “otra vez no tendrás tanta suerte”. Se fue junto con sus amigas. Nunca pensé que Fanny llegaría a hacer ese tipo de cosas.
Carla me cogió del brazo y nos fuimos de la puerta y de toda la gente que nos estaba mirando.
-         No quiero verte con ella. Y no quiero volver a salvarte el culo. – me dijo algo enfadada.
-         Muchas gracias, Carla. Me veía en una pelea, y de las gordas. Pero ha sido por una tontería.
-         Ya sé porque ha sido.
-         ¿Lo sabes? – pregunté intrigada.
-         Claro que lo sé. Te he visto. He visto que Edgar te ha dado un beso en la mejilla. También se que a Fanny le gusta él. Por eso te aconsejo que cuanto menos estés con Edgar mejor.
-         Pero si yo no he hecho nada. – dije gritando.
-         Ya lo sé, pero a ella eso le va a dar igual la próxima que se enfrente a ti. – tenía miedo de volver a ver a Fanny.

Vino Isaac. Nos contó que cuando había salido a la puerta, Ben le había contado lo que había pasado conmigo, Fanny y Carla. Si lo había visto Ben, entones seguro que se lo contaría a Edgar.
Nos fuimos a casa. Isaac no paraba de preguntar detalles sobre lo que había pasado. Carla se lo explicó todo para que se callara de una vez por todas.
Cuando llegamos a casa, dejamos las cosas en nuestras habitaciones y bajamos a la cocina a comer, ya que nuestra madre ya tenía todo preparado en la mesa. Al ver mi cara de asustada, preguntó que si había pasado algo en el instituto. Miré a mis hermanos para ver si iban a decir nada, pero como no les vi intenciones, le respondí que no había pasado nada.
Terminamos de comer. Yo me subí inmediatamente a mi habitación. Enchufé la radio y puse el volumen casi al máximo. Cuando tenía algún problema me gustaba oír música fuerte, para dejar de pensar y poder desahogarme de alguna manera. Sonaba una canción house que me encantaba. Empecé a bailarla como una loca: saltando, corriendo por la habitación, cantándola… Alguien abrió la puerta de la habitación. Era mamá. Enseguida fui y apague la radio. Pensé que venía a buscarme porque tenía la música tan alta que le molestaba para ver la tele, pero no fue por eso por lo que vino.
-         ¿Qué pasa? – le pregunté.
-         Es que me ha vuelto a llamar Rita, que aún está un poco mal. Me voy a ir a su casa a pasar la tarde, ya que no puedo irme por la noche a cenar con ella fuera porque ya veo la que montáis en un momento.
-         Lo siento. No fue idea mía lo de la cena.
-         Ya lo sé, nena. Bueno, pues eso, que me voy, ¿vale? No sé a qué hora vendré, pero no te preocupes que para la cena ya estoy aquí.
-         De acuerdo mamá. – le di un beso en la mejilla.

Cerró la puerta. Encendí de nuevo la radio. Mi canción ya había acabado. “Que pena”, pensé, “con lo que me gusta a mí esa canción”. Dejé la radio encendida mientras sacaba los deberes que me habían mandado para el día siguiente. Me puse encima de la mesa y empecé a hacerlos.
Alguien tocó de nuevo a la puerta. “Adelante” contesté. Era Isaac.
-         Leire, ¿me dejas la calculadora? Es que estoy haciendo los deberes de matemáticas, y no encuentro la mía. No sé donde la habré dejado. – dijo mientras se tocaba la cabeza.
-         Claro. Cógela. Está en el bolsillo pequeño de mi mochila.

Isaac cogió mi mochila y la puso encima de la cama. Entonces me acordé. ¡El cigarro! Aún estaba ahí el cigarro que me había dado Fanny. No había escapatoria.
-         ¿Y esto? – me giré hacia la cama. En efecto, llevaba el cigarro en la mano.
-         Es que Fanny me ofreció uno y por no hacerle el feo, lo cogí y lo metí en la mochila.
-         ¿Me lo puedo fumar? Porque tú no lo vas a querer, ¿no? – me preguntó mientras arqueaba una ceja.
-         Claro que no. – la verdad es que había pensado en algún día fumármelo, pero más que nada por la experiencia. Sacó un mechero de su ajustado pantalón vaquero y se lo encendió en mi habitación. – Deberías de dejar de fumar, Isaac. No es bueno, y lo sabes.
-         Claro que lo sé, pero no puedo. Ya estoy demasiado enganchado. – le dio una calada. – Además, es que no quiero. Y cuando estás de fiesta, apetece que da gusto.
-         Ya, ya lo sé. – contesté sin darme cuenta a lo que decía.
-         ¿Cómo que ya lo sabes? ¿Lo has probado? – me preguntó intrigado.
-         ¡No! – respondí ofendida.
-         ¿Quieres probarlo? – me ofrecía el cigarro.
-         Mmm… - no sabía que contestar.
-         Venga, sé que quieres probarlo. No pasa nada, no se lo voy a contar a mamá. Y qué mejor que probar el tabaco con tu propio hermano.

Cogí el cigarro. Me puse la boquilla en mis labios y absorbí para dentro. El humo me paso por la garganta e hizo que tosiera. El humo salió por mi boca a trompicones. Isaac soltó una carcajada.
-         ¿Te gusta? – me preguntó.
-         ¡No! Está asqueroso. – y era la verdad.
-         Bueno, ya lo has probado. Y como sabes que no te gusta, no vuelvas a fumar, ¿vale? – me cogió el cigarro de la mano y le pegó otra calada.
-         Por cierto, Isaac…
-         Dime.
-         ¿Vas a ir el sábado al campo de los abuelos de Edgar?
-         Claro. Eso no me lo pierdo por nada del mundo. Ya fui a la barbacoa que hizo el año pasado, y fue alucinante.
-         ¿Sí? ¿Y qué hicisteis? – pregunté algo intrigada.
-         A parte de beber, comer, fumar…poco más, la verdad. Nos lo pasamos demasiado bien. Va muchísima gente, ya verás. Se monta una buena.
-         Me ha dicho Cynthia que me lleve bikini que allí tiene una piscina.
-         ¡Ah! Si, es verdad. Y menuda piscina tiene. Es impresionante.
-         Vaya… - dije sonriendo.
-         Te lo vas a pasar genial. Y querrás repetir todos los fines de semana. – se levantó de la cama, abrió la ventana y tiró la colilla del cigarro por ella. – Yo me voy a mi cuarto a terminar de una vez los malditos problemas de matemáticas. Hasta luego.
-         Adiós Isaac. – cerró la puerta.

Seguí con los deberes que estaba haciendo, aunque me costó bastante concentrarme ya que Isaac me había distraído. La música seguía sonando, pero ahora podía oír una canción lenta, de amor. Cambié de emisora. Ese tipo de canciones no me gustaban demasiado, prefería aquellas que eran marchosas y con ritmo.
Al cabo de una hora, terminé por fin todos los deberes que me habían puesto. Mi móvil, que estaba encima de la mesa, empezó a vibrar. Lo miré. Era un mensaje de Edgar en el que ponía:
“Leire, mañana necesito hablar contigo. Supongo que sabrás a lo que me refiero. Un beso preciosa”
Claro que sabía de lo que quería hablar conmigo. Estaba claro: de lo que había ocurrido con Fanny. Seguro que se lo había contado Ben, o quizá mi propio hermano, quien sabe.

Aún era pronto. Tenía toda la tarde por delante, y no tenía ni idea de que hacer para pasar el tiempo. Empecé a buscar en mi armario los bikinis del verano. Saqué el que más me gustaba: era rojo. Me lo probé. Me miré en el espejo que tenía en mi cuarto. La verdad es que me quedaba de maravilla. Ese sería el que me llevaría para el sábado. Encima me pondría unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes con algo de escote, aunque no muy pronunciado. En los pies, unas chanclas. Cuanto más cómoda fuera, mejor. Mi hermana seguro que llevaría su magnífico bikini blanco, que realzaba sus impresionantes piernas y le favorecía a la cara.
Estaba impaciente porque llegara el sábado. Aunque no tenía ni idea de con quién iba a ir allí. Suponía que Carla se iría con Eric en el coche, y no creía que Isaac se fuera a llevar la moto, porque si no, no podría beber. Isaac se iría también con Eric. Pero yo no pintaba nada en ese coche. Nanni y Auro se irían en el coche de alguno de sus padres, por lo que les pediría a alguna de ellas si me podía ir en su coche. No habría ningún problema por su parte.
Me quité el bikini y lo puse de nuevo en el armario. Me puse un vestido para estar por casa que me encantaba. Era demasiado corto, pero era con el que más cómoda iba y con el que menos calor pasaba. Me recogí el pelo en un simple moño.
Oí que alguien llamó a la puerta. Salí de mi habitación. Nadie iba a abrir. “Leire, abre tú que me estoy duchando” me dijo Isaac desde el baño. “De acuerdo” le contesté. Bajé las escaleras casi corriendo, para quien estuviera en la puerta no tuviera que esperar demasiado.
Abrí la puerta. Lo que faltaba, y yo con esas pintas.
-         Hola. – fue lo único que se me ocurrió decir.
-         Hola Leire, cuánto tiempo. – la verdad es que sí, desde el cine que no veía a Dani.
-         ¿Cómo estás? – le dije.
-         Bien. Pero estaría mejor si me dejaras pasar. – me sonrió.
-         Claro, claro. Lo siento. Pasa. – abrí más la puerta y le invité a pasar. Se sentó en el sofá del comedor.
-         ¿Dónde está tu hermano? – me preguntó.
-         Está arriba. Se está duchando.
-         Siempre igual. Todos los días le tengo que esperar yo. La próxima vez viene él a por mí. – los dos nos reímos.
-         Si es que Isaac es un tardón. Y luego está media hora para arreglarse el pelo. – nos volvimos a reír los dos al unísono.
-         Dejemos de hablar de tu hermano, y háblame de ti. ¿Cómo te va todo?
-         Muy bien, la verdad, no me puedo quejar. Aunque con algunos malos entendidos con una amiga.
-         Esa amiga no será Fanny, ¿verdad? – no me lo estaba creyendo.
-         ¿Ya te has enterado? Si que vuelan las noticias.
-         Sí, me lo ha contado Ben este mediodía. – en ese momento volvieron a llamar al timbre.
-         Perdona, voy a abrir. Ahora vengo.
-         De acuerdo.

Fui hacia la puerta y abrí. Ahora sí que ya estábamos todos. Ben y Edgar estaban detrás de la puerta.
-         Hola. – les dije.
-         Hola Leire. ¿Está tu hermano por ahí? – me dijo Ben mirándome de arriba abajo. Edgar, que se dio cuenta, le dio un codazo. Yo me sonrojé.
-         Sí, pero aún se está duchando. Pasad. Además, también está Dani dentro esperándolo.
-         Tío, anda que vas a decir algo. – dijo Edgar gritándole a Dani mientras pasaban los dos hacia el comedor.
-         ¿Qué quieres que dijera, subnormal? – se chocaron las manos los tres. Yo, que aún estaba en la puerta, puse los ojos en blanco, y cerré la puerta de un golpe. “Lo que me espera” pensé.
-         Bueno chicos, ¿queréis algo mientras esperáis a Isaac? – dije acercándome al comedor. – Porque creo que va a tardar.
-         No tendrás un poco de Vodka, ¿verdad? – dijo Ben riéndose. Cuando Edgar lo oyó empezaron a reírse más fuerte.
-         Para ti está prohibido el Vodka. Y para aquel señorito de allí – dije señalando a Edgar-  también. Que menuda me montasteis en un momento.
-         ¿Y qué pasó? Que yo no me he enterado. – dijo Dani que miraba a unos y a otros sin percatarse de lo que ocurría.
-         Que el martes, aprovechamos que la madre de Isaac se fue con una amiga, y cenamos aquí Leire, Isaac y nosotros dos. – dijo Ben señalándose a él y a Edgar. – Y lo típico. Compramos unas cervezas para cenar. Y…
-         Y a Edgar – empecé diciendo – se lo ocurrió la genial idea de comprar para después Vodka. Total, que después vino Carla y se pusieron los cuatro bien, con tan mala suerte de que mi madre vino antes de lo que esperaban y les pilló. A Carla e Isaac los mandó a dormir y a estos dos – dije señalando a Edgar y Ben de nuevo – los mandó corriendo para su casa. – empezaron los tres a reírse.
-         Menuda pillamos, tío. – dijo Edgar. – Te tenías que haber venido.
-         Porque no me avisasteis, cabrones. Ya os vale. Sabéis que para una fiesta yo siempre estoy preparado. – dijo Dani mientras se reía y le pegaba un puñetazo de amistad a Edgar en el brazo.
-         Yo fui algo más lista y me fui a dormir antes. – dije cruzando los brazos.
-         Porque eres una aburrida – dijo Edgar mientras se levantaba y me pasaba uno de sus brazos alrededor de mis hombros. -¿A qué hacemos buena pareja?
-         Deja a mi hermana, pringado. – era Isaac. Le apartó el brazo que me rodeaba de un manotazo. Después se chocaron las manos.
-         Ya era hora, tío. Nos tenías aquí aburridos y secos, porque Leire no nos ha ofrecido nada. – miré a Edgar alucinada.
-         ¡Pero qué mentiroso eres! – le pegué un empujón.
-         No te me enfades, que era una broma de nada. – me cogió la cara y me dio su peculiar beso en la mejilla. – Por cierto, mañana tengo que hablar contigo. No te olvides.
-         Vale ya Edgar, déjala. – dijo Dani mientras nos separaba. – Bueno Leire, me alegro de verte. ¿Irás este sábado a la casa de campo del pesado éste? – señaló a Edgar. Éste le hizo un corte de manga.
-         Claro que sí. Tú irás, ¿no? – le pregunté.
-         Si. Pues allí nos vemos. Hasta luego.

Me despedí de todos con la mano. “Me voy a quedar a cenar fuera. Díselo a mamá” me dijo Isaac. Asentí con la cabeza. Cerró la puerta.
Otra vez sin saber que hacer en toda la tarde. Me senté en el sofá, pero en ese momento volvieron a llamar a la puerta, por lo que me tuve que levantarme a abrir. Esta vez era Cynthia.
-         Hola Leire, ¿está tu hermana?
-         Si claro, pasa. Siéntate en el sofá mientras voy a avisarla, ¿de acuerdo? – ella me hizo caso y se sentó.
Subí a la habitación de Carla para avisarle. Ella me dijo que le dijera a Cynthia que subiera. Y eso fue lo que hice. Se metieron las dos en la habitación y cerraron la puerta. Yo me senté de nuevo en el sofá.
A los pocos minutos bajaron las dos.
-         Leire, que vamos un momento al supermercado, ¿vale? – me dijo Carla.
-         ¿Y eso? ¿Qué necesitáis? – le pregunté.
-         No, nada. Vamos a comprar algunas botellas para el sábado.
-         Vale.

Enchufé la televisión y estuve hasta las ocho viendo un programa que era solo de cotilleo. No me gustaban esa clase de programas, pero por lo menos me entretenía. Recordé que Nanni me había dicho que por la noche me conectara para poder contarnos a Auro y a mí como se lo había pasado en la cita con Hugo.
Subí a mi habitación y encendí el ordenador. Enchufé el Messenger. Aún no estaba conectada, pero no tardó mucho en hacerlo, al igual que Auro.
-         Hola Nanni. ¿Qué tal ha ido la cita? – le pregunté.
-         Muy bien chicas, ha estado genial. Me lo he pasado estupendamente.
-         Cuenta, cuenta. – dijo Auro.
-         Primero fuimos al cine. Después me llevó a un bar y estuvimos hablando un largo rato y después me llevó a casa.
-         ¿Y ya está? ¿Nada más? – pregunté intrigada.
-         Espérate impaciente. – me contestó Nanni. – Cuando me dejo en casa y nos despedimos…nos besamos.
-         ¿Os besasteis? – dijo Auro. – No me lo creo. Por eso ha subido mi hermano tan feliz. Ya decía yo.
-         Si. Ha sido muy bonito y romántico. Me está empezando de nuevo a gustar.
-         ¿Y Eric? – le pregunté.
-         Eric aún me gusta, pero como sé que no tengo ninguna posibilidad con él pues…es como el intocable.
-         Ya claro. – dijo Auro. – Bueno chicas me voy a cenar. Ya hablamos mañana en clase. Adiós.
-         Yo también me voy a ir Leire. Hasta mañana.

Las dos se desconectaron. Cerré el Messenger, pero antes de apagar el ordenador me pasé por el fotolog de Edgar por si había puesto algo relacionado con la fiesta del sábado. Y en efecto, no me equivocaba. Había puesto una foto de una piscina, que era enorme, y había comentado que el sábado habría fiesta en la casa de sus abuelos en el campo, y que iba a estar muy bien. Apagué el ordenador.
Bajé a la cocina. Mi madre ya había llegado y mi hermana también, pero sin Cynthia. Supongo que la botella que habrían comprado se la habría llevado Cynthia, porque ya era lo que faltaba, que mi madre encontrara una botella de alcohol en alguna de nuestras habitaciones. Entonces si que nos iba a castigar, pero esta vez a los tres.
-         Hola mamá. ¿Cómo está Rita? – le pregunté a mi madre que estaba haciendo la cena.
-         Muy bien cariño, ya está mejor. Pero está pasando unos días algo malos.
-         Sabes que te puedes ir cuando te necesite, mamá. Que yo me puedo encargar de hacer la cena o de lo que sea necesario. – le dije.
-         Ya sé que estás hecha ya una mujercita. – me miró con los ojos llorosos.
-         No empieces, mamá, que nos conocemos.
-         Si, es verdad. Lo siento, hija.
-         No pasa nada. – me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla. – Por cierto, un amigo de clase nos ha invitado a Isaac, Carla y a mí a una casa que tiene sus abuelos en el campo. – empecé a poner la mesa.
-         ¿Edgar? – preguntó.
-         Si, si, Edgar. Creo que Isaac y Carla ya fueron el año pasado.
-         Si, por eso sabía que era él.
-         Te lo digo para pedirte si me vas a dejar irme. – puse cara de niña buena.
-         Claro que sí. Aunque a tu hermana me lo estoy pensando. La verdad es que no se lo merece. – echó la carne en la sartén.
-         Déjala, mamá. Yo creo que ya ha aprendido la lección.
-         Eso espero Leire. Por cierto, ¿e Isaac? ¿Dónde se ha metido? – preguntó.
-         ¡Ay! Se me olvidaba. Se ha ido con Ben, Dani y Edgar a cenar por ahí.
-         Mira que le tengo dicho que no me gusta que salga de noche cuando al día siguiente tenéis clase, ¿eh? Pero esto sirve para todos.
-         Ya lo sé. Me ha dicho que no te preocuparas, que pronto estaría en casa.

Mi hermana bajó de su cuarto y empezamos a cenar las tres. Cuando terminamos quitamos la mesa. Yo me despedí de las dos y me fui a mi habitación. Cogí el móvil que estaba encima de la mesa del ordenador y le mandé un mensaje a Isaac diciéndole que por favor no tardara en llegar, porque o sino nuestra madre se iba a enfadar.
“No te preocupes enana, en veinte minutos estoy allí. Edgar te manda recuerdos. Un beso.”
Puse el móvil en silencio, lo dejé en la mesita que está al lado de mi cama y me acosté. Estaba tan, tan cansada…